martes, 6 de mayo de 2014

Alma solitaria

Tarde o temprano llega el momento en el que la primera de muchas “almas caritativas” aparecerá para cuestionar tu soledad ‒como los minutos, las horas, los días… una tras otra, en cuanto comience a correr el reloj, no se detendrán‒. Te querrán separar de esa soledad que tanto amas y nadie comprende por qué. Y así, como el tiempo, harán estragos en su relación.

Empezarán por concretar citas para ti sin preguntarte: "Te voy a presentar una amiga [¿para qué? ‒te preguntaste‒], piensa y es como tú [entonces no querrá conocerme ‒pensaste‒], ya le hablé de ti, llega en unos minutos". Han pasado algunas horas, ya los presentaron oficialmente y terminaron de hacerse las preguntas de rutina “¿A qué te dedicas? ¿Dónde vives? ¿Ya viste [la última película de moda]? ¿Qué música te gusta?”, respondiste cortésmente y replicaste las preguntas para recibir respuestas que no te interesaban. Quizá sea hora de regresar a casa antes de que aparezca ese instante en el que una reunión cuenta con alguna anécdota memorable de la cual se habla por semanas y se recuerda. “¡Oh, sí! Fue cuando te presenté a […]”. Pero no has sabido retirarte a tiempo ‒una vez más, ver correr el vino gratis te ha jugado una mala pasada‒, te enteraste de que recién terminó una relación donde fue víctima de abuso de confianza ‒la engañaron pues‒, pero ya se está recuperando de ello, ahora sale con su maestro de [algo] y habla con él por horas ‒una muestra de amor puro y “fiel” según ella‒. Te han jodido bien, ahora cuentas con una “amiga” que te ve como su hermanita con la cual se puede confesar, un número más en su celular, próximos amigos en las redes sociales. Ni con el vómito derrochado por la calle podrás salir de esta, por lo menos has regresado solo a casa, ¿una pequeña victoria?     

Posteriormente llega el tiempo de citas dobles: una pareja "feliz", la amiga de alguno de ellos y tú. Después de muchas negativas accedes a salir de tu microcosmos para que se olvide el asunto de una vez por todas. Y ahí vas, esperando salir con estilo de aquel predicamento, esperas esquivar la bala de aquellas cacerías que tanto detestabas en la adolescencia ‒preferías disfrutar del paisaje‒.           
            Salen presas y cazadores a jugar, la ciudad se convierte en un bosque cuando desaparece el sol en el horizonte, pero tú prefieres abstraerte observando el paisaje. ¿Era tan difícil para los demás entenderlo? Sonríes, eres políticamente correcto, hasta cierto punto agradable, pero haces alguna observación con malicia para no pasar por alguien que quiere dejar una buena primera impresión. Pasan las horas, corren los tragos, las intervenciones del “alma caritativa” no ayudan, y eso es bueno, quizá puedas regresar a tu reinventado vientre materno antes de lo previsto. Al parecer no fue tan obvio para el juez que solo estabas ahí por los tragos.

‒ ¿Por qué no le dices nada?           
‒ ¿Qué le podría decir, "no hay nadie en el mundo más linda que vos"? En realidad ella está aquí por ti, sus ojos no pueden ocultar el secreto.                 
‒ ¿En serio…?

Esquivaste la bala, muy bien.

Y cuando por fin crees haber superado las citas imprevistas y dobles, aparece el consejo en el bar: "No estás para ser exigente, búscate una feíta [¿Como para qué, quién dice que ando buscando guapas o feítas?], no todas deben ser bonitas, inténtalo... a ver qué sale". Solo sonreíste, diste otro trago a la cerveza y callaste, te recriminabas haber aceptado la invitación a beber una cerveza con esa pareja, pero el calor daba para tolerar ese tipo de recomendaciones. Después te enteraste, aquel ser ilustrado había seguido su propio consejo, ahora se encuentra comprometido con alguien a quien no “ama” y, mucho menos, desea. Pero... “a ver qué sale”.  
           Al final las “almas caritativas” desisten en su intento por apartarte de sol… Claro, no sin antes insinuarte la sospecha de una ligera tendencia homosexual en tu vida. Respetarán tu decisión ‒les oíste decir‒. Por fin puedes estar tranquilo con ella, acompañados pero solos, tú y ella abrazados, te has entregado a la felicidad.       
            Mientras te escucho balbucear pierdes la mirada en el horizonte, como si las limitaciones de la visión humana no representaran un obstáculo para ti. A fuera el viento sopla y arranca las últimas hojas de los árboles, se acerca el invierno. Limpio el hilo de baba que se ha escapado de tu boca. De la calle sube un sonido de bastón, movimientos torpes delatan la inexperiencia para desplazarse de una persona ciega, sus pasos lentos e inseguros se escuchan adentro de la casa, ambos sabemos lo que eso significa… Tu burbuja de felicidad está por reventar. >>>



"No tengo muy claro el camino 
a dónde voy a dónde ir "