
Me parece un libro maravilloso, el tiempo demostrará que La feria es una de las grandes novelas mexicanas del siglo XX, es un coro de voces pueblerinas, es el retrato de una sociedad a través de cortes internos, es la expresión de un sentido del humor beligerante, es perfecta en su ritmo de confluencia de voces: “Tenderete el pétatele, alzarete el camisón...”, […] La feria es también un clásico (Monsiváis s. pág.)
Hay un punto que
resalta en lo dicho por Monsiváis: “coro de voces”, ya que La feria rescata recuerdos de la infancia de Arreola, lo escuchado
y visto –como hiciera Nellie Campobello en Cartucho−. Esta retrospectiva del
autor también sirve para rescatar la tradición oral de un pueblo: “Le voy a
poner por ejemplo. El año de 1864, un señor Cura […] anticipándose a las leyes
de Reforma, le vendió a un rico de aquí casi todos los terrenos de la Cofradía
de Nuestro Amo, como si fueran suyos” (Arreola 23) partiendo de un comentario,
acerca de una estatua de Juárez que le da la espalda a la parroquia, el
narrador nos cuenta cómo afectaron Las leyes de Reforma a su pueblo y el paso
de los cristeros; “A propósito. Ésa es una montura de emperador. Su abuelo la
compró a uno que venía de Colima y la llevaba de regalo para Maximiliano…” (43)
en este caso el objeto que da pie los recuerdos del Imperio de Maximiliano es
una montura; “Uno por allí: «[…] Síganle dando, síganle dando… más de veinte
terremotos en lo que va de la historia, y acuérdense, en 1912 el volcán de
fuego por poco los tapa de azufre y ceniza…»” (87). Otra forma de recrear la
tradición oral es a través de canciones, frases y dichos: “Voy a contarte
Aniceta/ lo que hizo Fierro de Villa: / en Tuxpan dejo el caballo/ y en
Zapotiltic la silla” (10), “Déjala güevon/ ponte a trabajar,/ llévala a bañar,/
cómprale jabón…” (124), “no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace
compadre”, “Preguntando Salomón, / respondió como el recluta: / no es defecto
ser carbón/ cuando la mujer es fruta” (140).

Con
el “uno por allí”, citado en el párrafo anterior, observamos otro punto
importante en esta novela, la falta de un personaje central, ya que en realidad
se enfoca en un pueblo del cual emergen voces y preocupaciones ante diferentes
situaciones por las que pasa, ya sea la creación de una zona de tolerancia, la
fiesta del Santo del pueblo, un temblor, los problemas de la tierra, la llegada
de la cultura con el Ateneo…, he allí por qué Monsiváis resalta esas “voces”.
Hay narradores dentro de la novela de los cuales ni siquiera conocemos su nombre,
apodo o alguna referencia, sólo nos guiamos por los acontecimientos,
puntuaciones y viñetas que acompañan a cada relato –se debe recordar que
Arreola recibió una beca para estudiar lingüística en Yale para poder comprender
mejor los iconos que aparecen al comienzo de los relatos−, pero también hay
personajes más definidos, de los cuales se observa su desarrollo a la par de la
historia del pueblo, algunos ejemplos de estos los tenemos en: El zapatero que
se va a trabajar la tierra –“zapatero a tu zapato” es la lección de Arreola con
este personaje−, mientras se cuenta a lo largo de libro el conflicto existente
entre los indios y los caciques por las tierras; en La apicultora que, ante la
creación de la zona de tolerancia, se
convierte en la arrendadora de las casas de citas y después en matrona –se
deben recordar, también, las múltiples actividades que desarrollo el mismo
Arreola en su juventud−; todas las historias convergen en la “función” del
Señor San José, de la última noche de la feria: “Todo el pueblo estaba reunido
en la plaza, rodeando el inmenso castillo pirotécnico, orgullo de todos
nosotros y símbolo de la fiesta” (182), con esta frase, en un acto de humildad
–característica del autor− Arreola señala al pueblo en su conjunto como los
creadores de “la feria”.
Pero, no se podría hablar de
una obra de Arreola sin mencionar la ironía tan característica de él: “Así es
siempre este doctor. Le gusta hacer un inventario […] de los bienes terrenales
de sus clientes […]. Porque… según el sapo la pedrada…” (22), “nos dieron la
razón, pero no la tierra” (25), “− ¿Me permite que insista? –Sí cómo no, Don
Bolchevique” (34), “−Vade retro,
bandidos de sotana, engendros de Loyola y Satanás… […] Y cuando iban a meter a
la prensa ese pliego, vi que decía engendros con jota y yo le puse la ge. ¿Es
pecado? (62), “Su justa y bien ganada fama congrego en masa al Ateneo, con una
asistencia record de dieciocho personas” (106), “Está por demás decir que todos
los miembros del Ateneo tenemos ya nuestro ejemplar de poesía” (121) refiriéndose
a la visita de la bella poetisa Alejandrina, que vendía poemas y ungüentos, “con
una risita y una mirada, le dio a entender: “Déjala güevon…” (125) una letra
prohibida por parecer inmoral –arriba se citó completa− la ironía radica en la
paranoia de las parejas, “Aquí las Fiestas Patrias no son más que pre texto para divertirse y
alborotar en nombre de la Independencia
y de sus héroes. Ayer, día dieciséis, un modesto desfile por la mañana, y por
la tarde... juegos de cucaña: palo ensebado, puerco ensebado y barril
ensebado... El apogeo del sebo” (130)… entre algunas, son el remate ideal −la cereza
en el pastel− de cada narración, descripción y dialogo, los cuales se pueden
diferenciar entre si, por la puntuación utilizada (..., , −).
La Feria
es una novela donde Arreola nos demuestra su inteligencia al innovar la forma
de la novela tradicional –así como su maestro Usigli lo hiciera en el teatro−,
también agrega las características de su prosa breve, deja muchos puntos para
análisis, hace dudar y reír al lector, incluso se puede decir que termina con
la novela de la post revolución y abre paso a la siguiente generación de
escritores “La onda”, donde destaca uno de sus alumnos: José Agustín. Tenemos
en Arreola a un humilde alumno y maestro, se debe olvidar esa bufonesca imagen de
él televisión y echar un ojo a su breve, pero grandiosa obra.
*aquí Jaime López leyendo un fragmento
de La Feria junto a los nietos del autor.
Bibliografía
Arreola, Juan José.
La feria. México: Editorial Planeta
Mexicana, 2006. Impreso.
Espinasa,
José María. “La feria de Juan José
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Monsiváis,
Carlos. “Juan José Arreola, el último juglar”. Entrevista. [s.e.]. [s.a.]. Web
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<http://youtu.be/EQ_uNY5532c>.
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Paz, Octavio. Poesía en movimiento. Comp.
Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. 34ª ed.
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<http://books.google.com.mx/books?id=gboMdYFbSKYC&lpg=PP1&dq=isbn%3A9682300886&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false>.
<http://books.google.com.mx/books?id=gboMdYFbSKYC&lpg=PP1&dq=isbn%3A9682300886&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false>.
P.D.
Aprovechando el ímpetu con el que los jóvenes voltearon al campo mexicano y
gritaron contra Monsanto (más nacionalistas que Hitler contra los Judíos), se
les debe recordar: el problema del campo tiene un origen ya rancio; “nos dieron
la razón, pero no la tierra” (25) decía Arreola en La feria recordándonos la lucha entre el cacique y el campesino (de
intermediario el gobierno “post” revolucionario); Ok, no queremos un maíz
modificado genéticamente y vendido por una internacional, que siga el
neo-cacique enriqueciéndose a costa del campesino, perfecto.