Primera parte AQUÍ
Edith, así se llamaba la madre de Pepito, apareció en la puerta de la calle dos horas después de que su hijo jugara a ser Dios. Había tardado un poco más en el mercado porque un descuento en bases para el cabello se le atravesó en el camino. Con su nuevo look se dirigió linda al cuarto donde esperaba sorprender a su hijo con una gelatina, pero pepito no estaba. “Este cabrón ya se fue de vago y yo preocupándome por él”, se decía. Desde la puerta del cuarto imito el canto de los gaseros: “¡Pepito::: ↑↓! ¡Pepito:::!”, pero sólo recibió la respuesta de la vecina que la noche anterior le había solicitado azúcar: “a lo mejor se fue a jugar con los demás chicos al parque cuando salieron de la escuela”. Pensar en su hijo jugando cuando ella se había preocupado por traerle una gelatina al enfermito la puso de mal humor. De regreso en el cuarto empezó a calentar la olla de lentejas y sacó unos huevos del refrigerador.
Cuando la mesa y alimentos
estuvieron listos para la comida, mandó a un niño de la vecindad, Juan, a
buscar a Pepito al parque, pero éste no lo encontró ahí ni en las maquinitas ni
en el callejón donde jugaban fútbol. El corazón de Edith comenzó a palpitar de
preocupación. “¿Dónde se habrá metido mi Pepito?” pensaba mientras se dirigía a
tocar puerta tras puerta de la vecindad, a cada niño del barrio se le acercaba
para preguntar por él, sólo recibía por respuesta un “No lo he visto hoy,
señito”, “ayer fue la última vez que lo vi”, una vecina como no queriendo
agregó: “estaba jugando solo en el patio como a las 11, igual se aburrió y fue
a buscar a sus amiguitos a la escuelita”. Era posible, la escuela se encontraba
a una cuadra, salió corriendo en esa dirección, pero no tardo en ampliar el
mapa de búsqueda a la colonia, ahora casa por casa tocaba los timbres donde
sabía que vivía alguno de sus amiguitos de la escuela… recibía las mismas
negativas.
El sol descendía lentamente en el poniente cuando decidió llamar a Locatel para reportar la desaparición de su hijito.
−¡Ayúdeme señorita, mi hijito se perdió! ¡Desapareció! –corrigió inmediatamente antes de que la voz monótona al otro lado comenzara a interrogarla.
−…
−Hace unas horas.
−…
−¡Cómo voy a esperar 48 horas, es un niñito!
−...
−¡Gracias por nada! –Azotó el teléfono de la esquina y sus ojos brillosos dejaron escapar un par de lágrimas de impotencia.
El sol descendía lentamente en el poniente cuando decidió llamar a Locatel para reportar la desaparición de su hijito.
−¡Ayúdeme señorita, mi hijito se perdió! ¡Desapareció! –corrigió inmediatamente antes de que la voz monótona al otro lado comenzara a interrogarla.
−…
−Hace unas horas.
−…
−¡Cómo voy a esperar 48 horas, es un niñito!
−...
−¡Gracias por nada! –Azotó el teléfono de la esquina y sus ojos brillosos dejaron escapar un par de lágrimas de impotencia.
Don
Reyitos, que la observaba y había alcanzado a escuchar algo mientras bajaba la
cortina de su miscelánea, se acercó y le dijo:
−Me pareció ver a
Pepito platicando con un señor mas o menos de mi edad en la puerta de la
vecindad. Después entró corriendo con algo en la mano y ya no supe qué pasó,
hijita, porque me puse a acomodar los refrescos en el congelador –en lo último
mentía, en realidad se había dispuesto a preparar su anforita de Bacardí con un
poco de coca.
− ¿Un viejo? –se percató de haber herido al tendero con la pregunta y agregó
con voz suave
− ¿Cómo era?
−Pues era alto, diría que un poco curvado, muy delgado, con un rostro sin
expresión, barba blanca, lo que me llamó la atención de él eran sus enormes bolsas
debajo de los ojos, tenía un aire de extranjero con ese traje y sombrero gris
como casi no se ven por estos rumbos… −se quedó pensando un rato mientras Edith
lo miraba ya desesperada esperando algo más− Además llevaba una bolsita de
dulces en la mano.
−¡Y por qué no dijo nada antes cuando me vio salir desesperada a buscarlo! −Pensé que se trataba de algún pariente lejano, hablaban con la naturalidad de los familiares, y como también tiene poco que se mudaron… Pensé que era su abuelito que quería visitarlos en la nueva dirección.
Edith
ya no escuchó la última frase del tendero, sentía desvanecerse, ninguno de sus
familiares cumplía con la descripción mencionada.
Tercera parte AQUÍ
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