Después
de un ligero calentamiento extendió lateralmente sus brazos a la altura de los
hombros –busqué en su dorso alguna señal de la lanza de Longinus, pero no la
encontré−. Subía y bajaba los brazos con brío, parecía un pájaro preparándose para
elevarse al cielo. Su rostro rojo, con las venas marcadas, indicaban el esfuerzo
realizado. Con cada nueva repetición se le complicaba concluir movimiento hasta
que, por fin, el agotamiento se hizo presente.
Yo, que atestiguaba el acontecimiento, puedo asegurar que aquel joven se entregó al máximo para separarse del suelo, es una pena que no haya logrado despegarse ni un milímetro… Quizá en otra ocasión debería intentarlo sin las cadenas, que llevaba por voluntad propia, para verse volando en el cielo.
Yo, que atestiguaba el acontecimiento, puedo asegurar que aquel joven se entregó al máximo para separarse del suelo, es una pena que no haya logrado despegarse ni un milímetro… Quizá en otra ocasión debería intentarlo sin las cadenas, que llevaba por voluntad propia, para verse volando en el cielo.