Podía sentir la respiración de ella a un costado en la
cama. La observaba. Kawabata tenía razón: "las mujeres no pueden ocultar
su edad mientras duermen", pensó. Acostado en la penumbra escuchaba desde
el callejón a los vagos del barrio divirtiéndose, bebiendo y quizá hasta
bailando. ¡Vaya forma de recibir el año! No tenía la más remota idea de en dónde
se encontraba realmente, ¿Iztapalapa o Neza? Nunca se tomaba el tiempo para
ubicarse en un punto geográfico, simplemente estaba despierto en la oscuridad.
Miraba el techo de la habitación iluminado por un leve hilo de luz proveniente del patio. La escasa luminosidad se colaba entre las cortinas, pero ¿qué hago yo acá?, esa pregunta ya era una constante en su vida. El "No hay nadie en casa, ven a recibir el año nuevo conmigo" aún retumbaba en su cabeza; en su mente él captó "corre, quiero que me cojas". Ah, las hormonas habían ganado, ya no era el mismo joven que salió sin decir adiós de casa.
En el camino sólo pensaba en cómo recordaría este año viejo. Vivía añorando la nostalgia futura, no era feliz, el presente se le escapaba. Al llegar con ella, ésta lo recibió con un:
Miraba el techo de la habitación iluminado por un leve hilo de luz proveniente del patio. La escasa luminosidad se colaba entre las cortinas, pero ¿qué hago yo acá?, esa pregunta ya era una constante en su vida. El "No hay nadie en casa, ven a recibir el año nuevo conmigo" aún retumbaba en su cabeza; en su mente él captó "corre, quiero que me cojas". Ah, las hormonas habían ganado, ya no era el mismo joven que salió sin decir adiós de casa.
En el camino sólo pensaba en cómo recordaría este año viejo. Vivía añorando la nostalgia futura, no era feliz, el presente se le escapaba. Al llegar con ella, ésta lo recibió con un:
‒Creí que
ya no vendrías.
‒Y yo que en realidad no había nadie en tu casa, llevo 15 minutos tocando la
puerta, jaja ‒un pésimo chiste la verdad, pero son el tipo de comentarios que
hace un chico en la víspera de perder su virginidad.
‒Disculpa, estaba durmiendo ‒ella sonrió, su sonrisa siempre le había parecido inocente,
la adoraba.
Atravesaron el patio ya obscuro, había caído el sol. Ella
lo guiaba mientras él la seguía apreciando el bamboleo de su falda gris y las
medias negras ajustadas a sus piernas atléticas, justo la combinación que unos
días atrás le había comentado le gustaría verle utilizar, y como la imaginó:
ese par de piernas de corredora entalladas en medias le venían de lujo. Era una
pena que por lo general se mostrará en fachas ante él, pero entonces él sospechaba
qué se escondía debajo de esos atuendos horrorosos, de mal gusto. Supo esperar.
‒Luces
hermosa hoy ‒le dijo con voz entrecortada mientras ingresaban a la sala.
‒Gracias ‒respondió ella dejando entrever otra vez su sonrisa.
‒Gracias ‒respondió ella dejando entrever otra vez su sonrisa.
La miraba de reojo odiándola. Pensaba en obligarla a
terminar lo que había empezado, pero estaba desarmado. Ese "no siento nada",
que ella le soltó al apartarse de su regazo para recostarse a dormir sin más,
retumbaba en su cabeza, en el cuarto, en la calle, junto a los cohetes que los
borrachines tiraban al cielo. Y para colmo esa sonrisa maliciosa al terminar el
no-sien-to-na-da. Ganas de matarla era lo que él sentía. Así como ella había
lapidado su virilidad minutos antes, él acabaría con su estúpida sonrisa.
La despertó con una bofetada, su expresión de desconcierto le causó cierta satisfacción, ya comenzaba a recobrar la seguridad. Una bofetada más para repetir la sensación, pero no fue lo mismo, nunca es lo mismo cuando se intenta revivir la experiencia de regocijo: "detente, eres tan bello". Con una mano le apretó el cuello, ella lo miró con terror, esa expresión le encantó aún más que su sonrisa inocente. Se llevó los dedos índice y medio a la boca para después, con un sólo movimiento, pasearlos en los labios virginales de ella que con la mirada le decía mil cosas, pero con su boca no emitía sonido alguno...
El terror en un cuarto obscuro, su piel era tan blanca que permitía apreciar hasta el más mínimo rasgo de su rostro en la oscuridad. Con miedo quiso hacer un NO rápido con la cabeza, pero el movimiento se quedó a la mitad no hubo regreso, porque él de inmediato le besó el cuello y el perfil del rostro descubierto. La resistencia de ella lo desconcertaba, pafff, otra cachetada, más seguridad para continuar. Un destello de luces rojas y azules iluminaron el cuarto. Su cuerpo permaneció pasmado sobre ella, de apoco el cuarto regresó a la penumbra, ellos se miraban sin decir nada, otro cohete en la calle, un nuevo brindis a lo lejos. Por fin escuchó su voz: “Despiértate ya... bueno, haz lo que quieras”.
Cuando abrió los ojos pudo ver la ventana del cuarto con las cortinas abiertas. La luz entraba por todo el cuadro iluminando las paredes blancas. Miró a su alrededor, sintió una punzada en el estómago, no había nadie a su lado, ni sábanas ni cobijas. Se asomó al patio, allá estaban colgadas, secándose, las sabanas y las cobijas. No podía recordar exactamente lo que había pasado>>>
La despertó con una bofetada, su expresión de desconcierto le causó cierta satisfacción, ya comenzaba a recobrar la seguridad. Una bofetada más para repetir la sensación, pero no fue lo mismo, nunca es lo mismo cuando se intenta revivir la experiencia de regocijo: "detente, eres tan bello". Con una mano le apretó el cuello, ella lo miró con terror, esa expresión le encantó aún más que su sonrisa inocente. Se llevó los dedos índice y medio a la boca para después, con un sólo movimiento, pasearlos en los labios virginales de ella que con la mirada le decía mil cosas, pero con su boca no emitía sonido alguno...
El terror en un cuarto obscuro, su piel era tan blanca que permitía apreciar hasta el más mínimo rasgo de su rostro en la oscuridad. Con miedo quiso hacer un NO rápido con la cabeza, pero el movimiento se quedó a la mitad no hubo regreso, porque él de inmediato le besó el cuello y el perfil del rostro descubierto. La resistencia de ella lo desconcertaba, pafff, otra cachetada, más seguridad para continuar. Un destello de luces rojas y azules iluminaron el cuarto. Su cuerpo permaneció pasmado sobre ella, de apoco el cuarto regresó a la penumbra, ellos se miraban sin decir nada, otro cohete en la calle, un nuevo brindis a lo lejos. Por fin escuchó su voz: “Despiértate ya... bueno, haz lo que quieras”.
Cuando abrió los ojos pudo ver la ventana del cuarto con las cortinas abiertas. La luz entraba por todo el cuadro iluminando las paredes blancas. Miró a su alrededor, sintió una punzada en el estómago, no había nadie a su lado, ni sábanas ni cobijas. Se asomó al patio, allá estaban colgadas, secándose, las sabanas y las cobijas. No podía recordar exactamente lo que había pasado>>>