martes, 3 de mayo de 2016

Un Bart.

Hace algunos meses me hallaba platicando con una chica que, en una reunión donde a la gente le gusta hacerse la interesante, lanzó a la primera oportunidad la siguiente frase: “Yo no veo televisión”. Ya la admiraba de antes por ser mujer y dirigirme la palabra sin que fuera para solicitar algún servicio: pásame una cerveza, sírveme un trago, ve por botana, etc.
            El domingo pasado esa chica me invitó a chacharear a un tianguis, acepté porque me habían comentado que ahí se podían encontrar buenos libros a excelentes precios. Íbamos caminando por un tianguis de Iztapalapa cuando, ante un puesto de muñequitos, me grita emocionada:

‒ ¡Mira, un Bart!       
‒ ¿Dónde? ‒Yo sólo veía una figurita de Homero.  
‒ ¡Ahí, ahí! ‒Se refería a Homero.   
‒Es Homero –le respondí con una leve sonrisa.       
‒ ¡Ah, sí! El de Los Barts.    
‒Sí…


El chico que atendía el puesto sonrió, "yo lloré y Maggie rió. ¡Todo fue una confusión!", y es que ella no ve televisión.


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