Era
un viernes de raya cuando se escuchó la chicharra que anunciaba el fin de la
jornada laboral. R había esperado con ansias aquel día por más de dos meses. Se
dirigió al baño para asearse y cambiar su camisa de trabajo por una limpia.
Aprovechó el momento a solas para apartar un billete del sobre que contenía su
sueldo de la semana y lo agregó a un fajito que guardaba en el calcetín. Sopesó
el fajo y sonrió: ése era el día, no había duda para él. Devolvió el fajo a su
escondite y lo restante del sobre lo dividió en los diferentes bolsos de su
saco ajado para después ponérselo y salir a la calle.
Desde la entrada del local esperaba impaciente a que salieran sus compañeros de trabajo. La primera en despedirse de él fue la nueva secretaria.
−Hasta el lunes Don R –dijo la joven sonriendo al salir.
−Vaya con cuidado, me saluda a su tío. <<Siendo la sobrina del dueño, sin duda no veremos desfilar secretarias en un buen rato, hum>> −pensó y echó un ojo al interior del local desde donde se acercaban las últimas sombras.
−Don R, ¿viene con notros por unas cervezas y unas carambolas? –decía el más joven de los que, como R, ostentaban el título de Ayudante general.
−No chicos, para qué quieren ver a un viejo como yo tirando polilla. Además tengo un compromiso muy importante, así que, si me disculpan, apresúrense a salir para poder cerrar la cortina.
−Vamos un rato Don, –le dijo el más confianzudo mientras entre todos ayudaban a cerrar− ¿o será que le pegan? Es para convivir y conocernos mejor…
−Jujuju, les prometo que, para la siguiente ocasión, sin falta ahí estaré –les respondió despidiéndose de ellos y guardando las llaves de los candados en el bolso del pantalón.
Desde la entrada del local esperaba impaciente a que salieran sus compañeros de trabajo. La primera en despedirse de él fue la nueva secretaria.
−Hasta el lunes Don R –dijo la joven sonriendo al salir.
−Vaya con cuidado, me saluda a su tío. <<Siendo la sobrina del dueño, sin duda no veremos desfilar secretarias en un buen rato, hum>> −pensó y echó un ojo al interior del local desde donde se acercaban las últimas sombras.
−Don R, ¿viene con notros por unas cervezas y unas carambolas? –decía el más joven de los que, como R, ostentaban el título de Ayudante general.
−No chicos, para qué quieren ver a un viejo como yo tirando polilla. Además tengo un compromiso muy importante, así que, si me disculpan, apresúrense a salir para poder cerrar la cortina.
−Vamos un rato Don, –le dijo el más confianzudo mientras entre todos ayudaban a cerrar− ¿o será que le pegan? Es para convivir y conocernos mejor…
−Jujuju, les prometo que, para la siguiente ocasión, sin falta ahí estaré –les respondió despidiéndose de ellos y guardando las llaves de los candados en el bolso del pantalón.
Los miraba doblar la esquina con dirección a Garibaldi, aún jugueteaban como niños pese a dirigirse a un lupanar. <<Y pensar que en un par de semanas uno, o ambos, no regresarán a la imprenta, como tantos jovencitos que he visto desfilar en 15 años de escuchar el monótono rugir de la prensa>>, divagó y se encaminó apretando el paso por la calle de Brasil rumbo a la Lagunilla>>>
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